31/3/09

capítulo treinta

(El último enlace es un verdadero navegador. Que se diviertan)
Nuestros actos siempre tienen repercusiones. Cuando estos se tuercen y no salen como deberíamos, tendemos a pensar que es por causas ajenas. Que no ha sido por nuestra culpa. Es una reacción lógica para nosotros, que permite que nos sintamos bien. Es una visión torpe de la realidad, porque a veces, por no querer ver la causa, no vemos las consecuencias.



“No insistas, sabes que no puedes irte sin intentarlo”.-Después de hablar con Angelita, Marta se había quedado un buen rato en el coche mirando hacia el chalet. Un par de veces estuvo a punto de darle al contacto y marcharse de allí. Pero en ambas ocasiones, aunque sujetaba la llave, no llegó a girarla lo suficiente como para arrancar. “Si te ha visto y te pilla, siempre puedes decir que te ha faltado decirle alguna cosa”. Abrió la puerta y salió. “Está decidido”.


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“Tiene que estar vacía. Nadie aguanta tantas horas sin hacer ruido”- Salva se frotaba el cuello con la palma de la mano. Empezaba a tener tortícolis. Desde su escondite podía ver si alguien cruzaba la verja para entrar o salir de la nave, pero nadie lo había hecho. “Me arriesgaré”. Se levantó con cuidado apoyando la espalda sobre el muro y asomó la cabeza por la esquina. Avanzó por el costado de la nave, con la espalda siempre pegada. De repente, se paró. “Esto es ridículo”. Se separó de la pared y siguió caminando con normalidad. Bordeó todo la construcción hasta situarse delante de la pequeña puerta.

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“Allá vamos otra vez”. Marta caminó con decisión hasta la placa que avisaba del número de la vivienda. Sacó el móvil y el pequeño recorte de La Monda del bolso y marcó.

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“Veamos si está abierta”- Salva puso la mano en la manija de la puerta.- ¡Ringgg, ring, ring!- Apartó la mano como si la manija estuviera electrificada.- ¡Mierda!- Un tono de llamada del móvil con un volumen altísimo resonaba en el interior de la nave. Salva corrió de nuevo a su escondite y se sentó. Sudaba a mares. Volvió a asomar la cabeza. Nada.


-o-o-o-o-o-o-o-o-


“No, si yo no me preocupo”- Marta había dejado sonar el móvil varias veces y aunque ella escuchaba el politono de llamada en espera, no escuchaba simultáneamente ningún timbrazo desde dentro del chalet. Suspiró. Colgó y volvió al coche. “Será mejor que vayas a por Salva. Es capaz de pillar una pulmonía para no tener que ir a trabajar mañana”. Miró el GPS. Estaba lleno de botones que no sabía para que funcionaban. Se miró las manos, aún llevaba el móvil . “Bueno, mejor será que busque la ruta más rápida por Internet”.



-o-o-o-o-o-o-o-o-


“Seguro que existe una Ley de Murphy para los instaladores de alarmas”.- Salva había vuelto a coger la pelota y la lanzaba enfadado contra la pared de enfrente. ¡MOC, MOOOOC!-El coche de Marta se quejaba desde el otro lado de la verja. “Mira la otra, ¡pura discreción!”. Recogió la pelota y se acercó andando hasta la ventanilla del conductor.


-¿Me esperabas?-Marta sonreía de oreja a oreja.

-Si

-¿Subes?

-Si.

-¿Te pasa algo?

-Si.

-¿Sólo sabes decir si?

-No.








30/3/09

capítulo veintinueve

(Por problemas de software hoy no hay enlace a La Monda, disculpen las molestias...total...tienen las mismas...)
Cuando organizamos un evento cuidamos hasta el más mínimo detalle. El sitio, las personas que asistirán…Gastamos mucho tiempo y energías para que todo salga tal y como lo tenemos planeado. Creemos tenerlo todo controlado, cuando de repente, salta el imprevisto.



“Bueno, ya tenemos a uno”- Marta se había subido al coche y rebuscaba en el bolso. Sacó el móvil. “Ahora vamos a por el otro”. Tiró de la manija de la puerta y ésta se abrió. Con cuidado se bajó del coche. Levantó la llave de contacto.- ¡Clic!- Las luces de los faros delanteros parpadearon, señal clara de que se había activado el cierre centralizado. Se giró y empezó a caminar de nuevo hacia el chalet. Había pasado una media hora desde la última vez que recorrió ese camino en dirección contraria. Nadie había salido. Llegó casi hasta la puerta y se detuvo en un punto en el que creía que no le podrían ver desde ninguna de las ventanas de la casa. “Es un punto ciego, pero espero que no sordo”. Levantó el móvil que llevaba en la mano.


-¡Naninó-ni-nó! –Marta dio un respingo. Alguien le estaba llamando ¡y en el peor momento! Pulsó el botón de silencio y salió corriendo hacia el coche. Por el camino pulsó de nuevo la llave. “¡Porras, las luces! ¿No hay más formas de llamar la atención?” En cuanto alcanzó la puerta, tiró de ella y se lanzó hacia el interior. Aunque dudaba de que ya hiciera falta, volvió a cerrarla lo más silenciosamente que pudo. “Lo último que me hace falta es un portazo”. Agarró el volante y observó las ventanas del chalet. No pudo detectar ni un solo movimiento en las cortinas. “¿Le habrá dado tiempo a llegar a la mirilla de la entrada?”. Esperó un rato más. Nada. Marta miró la pantalla del móvil. Junto al mensaje de una llamada perdida había un nombre: Angelita. Marcó su número y puso el altavoz. “Si me ha visto, ya va a dar igual que también me oiga”.

-¿Diga?- La voz de Angelita sonaba metálica a través del altavoz.


-Soy Marta, antes no he podido cogerlo ¿Ocurre algo?


-No, claro que no. Sólo quería saber si mañana podrías pasarte por mi casa para hacer la comida.


-No hay problema. Salva ya está prácticamente bien, aunque haciéndose el mártir. Creo que podrá sobrevivir sin mí mañana.


-Si, ya sé que está bien. He hablado antes con él.


-¿Con Salva?


-Si… ¿Tú no? Me ha dicho que te dijera que había tenido una idea y que se iba al sitio donde estuvisteis antes. – La voz de Angelita sonaba preocupada.- Eso fue hace unas dos horas, creía que ya estabas con él.


-No, estaba muy ocupada charlando con un guapo y millonario hombre de negocios.


-¿Está casado?


-¡Ja, ja!-Marta sonrió con picardía.- No seas indiscreta.


-Bueno, pues te espero mañana a comer. Si viene Salva seremos cuatro.


-¿Cuatro? ¿Algún ligue?


-¿Quién es ahora la indiscreta?- Angelita tosió un poco.- He pensado que puedes hacer un asado con la pierna de cordero que congelaste ¿Te acuerdas? Le puedes poner manzanas, tengo de sobra.


-Espero que tengas también la receta. Porque yo sólo se hacer comida china .

29/3/09

capítulo veintiocho

No siempre somos sinceros, ni con nosotros mismos ni con los demás. La diferencia estriba en que en el fondo, no conseguimos engañarnos nunca a nosotros mismos, por lo menos no del todo. Sin embargo, el ser humano tiene una gran capacidad para la simulación. Disfrazamos nuestras palabras para aparentar algo totalmente distinto a la verdad. Esta actitud va dirigida no sólo a ocultar nuestras verdaderas intenciones, sino también ha conseguir algo del pobre inocente que es objeto de toda nuestra falsa atención.

-La instalación completa no lleva más de unas horas en la mayoría de los casos-Marta llevaba un rato hablando. Sus ojos, mientras tanto, recorrían la habitación deteniéndose en cada detalle. Muebles de diseño, cuadros originales, televisión de plasma… Una pieza en especial llamó su atención, un revistero que además de La Monda y varias revistas, estaba lleno de piedrecillas brillantes de cristal de swarovski…aquel tipo tenía dinero, y mucho.


-¿Y tienen un catálogo de alarmas o algo así?


-Por supuesto. Lo ideal sería hacerle un estudio a fondo, metros de la casa, si está habitada todo el año o sólo en vacaciones, con clave telefónica, si quiere que la alarma esté conectada con la policía.- El hombre de las gafas sin montura se movió casi imperceptiblemente, como si le hubieran dado una pequeña descarga eléctrica en la base del cuello. Marta se había dado cuenta perfectamente, pero disimuló.- Si quiere que el sonido vaya creciendo en volumen o varíe…ya sabe, cosas así.

-Ya, entiendo…pero antes de darle todos esos datos, me gustaría ver las alarmas que hay en el mercado.


-Muy bien. Puedo conseguirle uno. ¿Se lo enviamos por correo? Si dispone de e-mail podemos mandárselo en formato digital.


-No, no tengo ordenador.


-Ya, claro.- Marta miraba un pequeño aparato que parpadeaba al fondo de la habitación y que se parecía mucho a un router de Internet.- Entonces se lo enviaremos por mensajería a esta dirección. Sólo necesito su nombre para poder hacerlo.

-Pero que quede claro que no pienso firmar nada hasta que haya tomado una decisión.


-No se preocupe, firmará. Le haré una oferta que no podrá rechazar.


-Está bien.- Sacó una pequeña pluma del bolsillo de la camisa y le dio la vuelta al folleto que le había dado Marta. Escribió durante unos segundos.- Aquí tiene. ¿Cuánto tardará en mandármelo?


-Un par de días como mucho.- Marta leyó el papel. Dos palabras escritas en negro resaltaban sobre el fondo amarillo: Enrique Huertas. Le devolvió el papel al hombre de las gafas sin montura.- Tenga, me acordaré. Prefiero que se quede con el folleto. Viene un teléfono de contacto. Cuando vea el catálogo y se decida, llámenos para pedir presupuesto y darnos todos los detalles.- Se levantó.

-Muy bien. Le acompaño a la puerta.- Caminaron juntos hacia el pasillo que conducía a la entrada.

-Ha sido usted muy amable, gracias.- Marta vio como “Enrique Huertas” quitaba la cadena y giraba el pomo. No pudo reprimir un pequeño suspiro de alivio. Salió a la calle y echó a caminar sin mirar atrás. Pudo oír el sonido de la puerta al cerrarse a sus espaldas. “Ya tienes lo que querías. Ahora a ver cómo te las arreglas para encajar esta nueva pieza

28/3/09

capítulo veintisiete

(Agradezco el último enlace a Oloman que me lo ha dado a conocer)
El hombre tiene una inagotable aptitud para soportar cualquier contratiempo y dificultad. Aunque a veces pensemos que vamos a flaquear, hay algo dentro de nosotros que nos hace valientes y que no nos deja que nos domine el desánimo. Así, al ser pacientes nos hacemos fuertes poco a poco, y al hacernos fuertes aumenta nuestra paciencia.

-¡Ding-dong!- Marta apretó el timbre de la puerta y esperó. Detrás de la puerta se apreciaban movimientos de arrastre. El hombre de las gafas sin montura debía de haberse levantado del sillón. Afinó el oído, nada. Levantó la mano de nuevo hacia el timbre.- ¡Clic!- Se sobresaltó al recibir una ráfaga de aire fresco en la cara.

- Hummm- La puerta se había abierto mostrando al ocupante de la casa, que la miraba intrigado.

-Buenas tardes- Marta esbozó su mejor sonrisa.- Represento a una empresa importante. Estamos metidos en una nueva campaña de Marketing para ofrecer nuestros servicios.- Le tendió un folleto.- Nos gustaría tener una charla con usted para que conozca mejor nuestro trabajo. ¿Tiene un minuto?

- Estaba un poco liado-Mintió. Marta vió como cogía el marco de la puerta y empezaba a retroceder. Claramente quería acabar cuanto antes y volver a la tele.

-Discúlpeme entonces. En realidad pensaba dejarle la información en el buzón, pero no estaba segura de si esta casa estaba habitada. Como está tan aislada… - Marta miró alrededor intentando poner cara de miedo. El truco funcionó. El hombre de las gafas sin montura abrió de nuevo la puerta de par en par y asomó la cabeza para mirar a su vez al exterior.

-Bueno, es una urbanización muy nueva- pasó la vista por el folleto.- ¿instalan alarmas?

-Nos adaptamos a sus necesidades-La sonrisa volvió a la cara de Marta como si nunca hubiera desaparecido...y ajustamos el presupuesto al máximo.

-Pase, tenía que salir, pero podemos hablar del tema… si no nos lleva mucho tiempo.

-Solo unos minutos, ya lo verá.- El hombre se apartó para dejar entrar a Marta. “Aquí estamos, entrando en la casa de un perfecto desconocido y encima nadie sabe dónde te encuentras”- Con el rabillo del ojo vió que el hombre cerraba la puerta y echaba la cadena.“Ahora si que tienes todas las papeletas de aparecer mañana en la sección de sucesos de La Monda”.

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¡CHIRRRRRIIII!- La puerta del autobús se quejó al abrirse. Salva bajó de un salto. Nadie más lo hizo. “Bueno, aquí estamos otra vez”. Empezó a caminar hacia el norte. A lo lejos vió la estructura de una nave con la que empezaba a familiarizarse. La verja estaba abierta. Miró alrededor. Como siempre, todo parecía vacío. Siguió caminando y en sólo unos minutos, llegó hasta la pared posterior. El muro que rodeaba el perímetro formaba un estrecho pasillo con la parte trasera de la nave. “Perfecto”. El pasillo estaba fuera de la vista de cualquier curioso que merodeara por allí. Para poder ver a Salva, tendría que ir ex profeso hasta donde se encontraba. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Sacó la mano del bolsillo. En la palma tenía una pequeña pelota, un poco mayor que la de tenis. “Esta vez no pienso aburrirme”. Miró la pelota y, con bastante fuerza, la lanzó contra el muro de enfrente. La pelota rebotó y volvió a su mano. “Ahora a esperar”



27/3/09

capítulo veintiséis

(En el último enlace, recomiendo darle a "Controls OFF" arriba a la izquierda, para verlo mejor)
Los niños pequeños cuando empiezan a caminar suelen mostrarse inseguros. Cada paso supone un gran esfuerzo, no sólo físico, sino también anímico. Deben enfrentarse a sus propios miedos, a caerse, a tropezar. Por eso tiene tanto mérito que lo sigan intentando cuanto sea necesario hasta lograrlo. Para ello, sólo tienen que hacer una cosa, comenzar una y otra vez, desde el punto de partida.


“Menudo jaquecón”- Salva se había levantado de la cama. Mantenía ladeada la cabeza mientras la sujetaba con la palma de su mano derecha. Se dirigió al baño, entró y cerró la puerta.

-¡Clonk!– El ruido de un golpe seco se coló por las rendijas del marco.- ¡Ay!- La puerta del baño se abrió de golpe. Salva salió haciendo eses. Tenía un pequeño golpe en la cabeza, pero sonreía.

Sobre la mesa reposaba el teléfono. Descolgó y marcó varias veces.
- ¿Angelita? Soy Salva. Escucha, ¿Está Marta contigo? No, por nada…es que me ha dicho que iba a salir pero no me ha dicho dónde. No, no te preocupes, yo estoy bien.- Comenzó a bizquear- Si, ya no tengo fiebre.- Mientras hablaba, Salva volvió al baño y se puso a rebuscar en el botiquín.- Sólo un poco mareado, me he golpeado sin querer con la taza del baño.- Sacó una tirita y empezó a morderla para quitarle el papel que protegía el apósito- No, sólo un corte, no tiene importancia. Escucha, si pasa por tu casa o te llama, ¿podrías decirle que he salido? De repente he tenido una gran idea.- Escupió unos trocitos blancos y se colocó la tirita en la frente, cubriendo parte de la ceja.-Tengo que regresar al sitio donde estuvimos. ¿Se lo dirás? Bien, gracias, cuídate, adiós.- Colgó y se miró en el espejo. El corte de la frente seguía sangrando. Salva se había colocado la tirita sobre la ceja en vez de en la herida. Tiró de ella para quitársela -¡Ay!

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-



La estación de autobuses permanecía desierta. Salva deambulaba de una parada a otra desde hacía horas. Por enésima vez abrió La Monda por la página de información de los horarios y por enésima vez, la volvió a cerrar. “Menos mal que no es una urgencia”.

Desesperado, caminó hacia la cafetería. Se sentó en la barra y pidió un café. -¡Oiga!- El camarero dejó de fregar vasos y le miró.- ¿Sabe usted por qué se retrasa el de la línea doce?

-¿Retraso? No, faltan cinco minutos para que llegue.

-No creo, he mirado los horarios en el periódico y tenía que haber llegado hace una hora.

-¿Lo ha leído ahí?- Señaló el periódico que llevaba Salva.- Ese es el de ayer. El horario es distinto los fines de semana.

-¡Claro! ¡Mira que no fijarme!- Se puso a rebuscar en los bolsillos y sacó unas monedas. Las dejó sobre la barra y salió en cuanto pudo confiado en que el camarero no viera que se había puesto rojo. Un autobús apareció por el fondo de la estación. Salva esperó a que entrara en la parada y abriera las puertas. Luego subió .

26/3/09

capítulo veinticinco

A veces las cosas nos vienen rodadas. No suponen ningún esfuerzo para nosotros y solemos acogerlas de buen grado; casi de forma natural. No tienen por qué ser cosas extraordinarias ni de gran importancia, al contrario, son tan cotidianas que no nos damos cuenta de su existencia. La brisa que sopla en nuestra frente, la risa que acompaña un comentario nuestro…nos llueven del cielo y nos alegran el alma. Sólo cuando, por alguna causa, desaparecen momentáneamente de nosotros, nos damos cuenta de cuánto nos son necesarias. Y entonces, sólo entonces, tomamos la iniciativa.


-Despierta, vamos, despierta.-Marta zarandeó a Salva por el hombro.

-No, que hoy no hay cole.- Agarró la almohada con las dos manos y se tapó la cabeza.

-Escucha, tengo que irme un rato. Quiero asegurarme de que estás bien.

-¿Dónde vas?-Salva levantó sólo un poco los brazos para asomar la boca y la nariz.

-Me voy de excursión. He cogido unos cuantos folletos de publicidad. Voy a ver si hago algo de buzoneo. A lo mejor a alguien le hace falta que le revisen la instalación.

-¿Tan mal estamos?-El resto de la cabeza emergió de la almohada. Los ojos estaban muy abiertos y el cuello rígido.

-De momento no, pero hay que echarle imaginación a la cosa.- Marta le quitó la almohada y la puso a los pies de la cama.- Escucha, no te acordarás de memoria del teléfono del tal “Pablo no-se qué” ¿verdad?

-Me lo sé mejor que mi carnet de identidad. ¿Tienes un boli?-Salva cogió La monda que se había caído al suelo.

-Si, toma.

-Te lo anoto- garabateó unos números en un extremo del periódico. Recortó un pequeño pedazo del papel y se lo tendió.- Pero no creo que te sirva de nada. No lo coge nunca.

-No quiero que lo coja. Sólo quiero que suene.

-¿Que suene?

-Si, es como una especie de guerra psicológica…o ¡mejor! ¡Muerte por vibración!- Se levantó.- Bueno, me voy.- Miró la mesilla de noche, el vaso que había dejado unas horas antes seguía intacto.- Anda, tómate la leche, no estás tan malo como para no poder alcanzar el vaso .- Le dio un beso en la frente.- Volveré enseguida.



-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

Marta observaba el chalet desde el coche. La puerta del garaje donde días antes había visto meterse al sedán oscuro permanecía cerrada. Abrió la guantera. Unas cuartillas de color amarillo cayeron al suelo. Recogió unas cuantas y salió.

“No hace falta ponerse nerviosa”-se acercaba a la casa intentando aparentar naturalidad- “Sólo vas a dejar algo de publicidad y de paso cotillear todo lo que puedas”.- Llegó hasta la puerta principal. Encima de la ranura del buzón había una placa con un número: cuarenta y uno. A la izquierda de la puerta había una ventana. Marta se alejó de la puerta, y miró hacia los lados, como si buscara el timbre. Desde su nueva posición veía de reojo una parte de la habitación. Un hombre joven, con unas gafas sin montura, estaba sentado en un sillón viendo la tele. Marta volvió a mirar a la placa de la puerta y nuevamente al hombre. Frunció el ceño. “¿Cuál es tu nombre, cuarenta y uno?”.

25/3/09

capítulo veinticuatro

Como seres vivos que somos, tenemos una serie de comportamientos que no controlamos y que parecen completamente ajenos a nuestra voluntad. La tos, el parpadeo, etc...Acuden a nosotros sin previo aviso y nos producen pequeñas perturbaciones en nuestro estado de ánimo. Pero también tenemos otros comportamientos que aparecen, no ya cuando nosotros queremos, sino cuando otros los provocan. El rubor, la palidez…el miedo…reflejos irrefrenables y claramente perturbadores que hacen que nos sintamos máquinas, dirigidas y condicionadas.


“Aunque a veces no somos conscientes de los sentimientos que provocamos”-Angelita giraba las ruedas de su silla alternando los movimientos de su mano sana, unas veces sobre un costado y otras sobre el otro. De esta forma, conseguía recorrer un espacio corto de forma recta sin desviarse demasiado.

-¿Quiere que le empuje?-Fred caminaba despacio detrás de la silla, cargado con una bolsa llena de manzanas.

-No gracias, me apaño perfectamente.-Alcanzó la mesa camilla y moviendo la rueda derecha, dio un pequeño giro hasta colocarse de lado, frente al televisor. Giró la cabeza.- Eso tiene pinta de pesar mucho, déjelo en el suelo.-señaló una silla a su lado- ¿por qué no se sienta y descansa un poco?

-Es que no me gusta dejar el negocio sólo- Fred se rascó la coronilla- aunque para la gente que entra…-dejó la bolsa en el suelo y rebuscó en su interior.- Le he traído esto.

-¿La Monda? ¡Qué bien! Es usted muy amable.

-Yo ya la he leído y he pensado que podría distraerle un rato. Disculpe si está un poco estropeada, el perro ha estado jugando con ella.

-No importa- Angelita dejó el periódico sobre la mesa.- ¿De verdad no quiere sentarse? Tengo café. Le aseguro que no muerdo.

-Bueno…pero sólo un rato. –Se sentó y fijó la mirada en el centro del mantel de ganchillo.

-Tengo la sensación de que está usted incómodo por algo.

-No, es sólo que…

-Sí, diga.

-No, que viéndola ahí en su silla de ruedas me recuerda a mi madre…Ella también estaba impedida.

-No se preocupe, tengo gente que me ayuda, y de momento lo llevo bien.

-Pero aún así, le será difícil. Con este calor que está haciendo tiene que sudar mucho con esa escayola. No sé... ¿tiene problemas para ducharse?

-No me asusta el calor, tengo un buen aparato de aire acondicionado- Angelita levantó un dedo hacia el televisor. Encima de él descansaba un mando- Si tiene calor puede subirlo.

-No, yo estoy bien, gracias- Fred empezó a levantarse visiblemente incómodo.- Bueno…me voy antes de que el perro se coma media tienda.

-Por supuesto. No le retengo más, bastante hace por mí. Espero que su mujer no le regañe por dedicarme tantas atenciones.

-No estoy casado- sonrió- de momento no he encontrado a la mujer que me aguante.

-¿Vive sólo? Pues entonces no podrá negarme que le invite a comer de vez en cuando…Marta cocina de maravilla, pero no mide bien las cantidades, siempre sobra como para alimentar a una tropa.

-No quiero que se moleste.

-Pues si no quiere que me moleste tendrá que aceptar. Está decidido. Mañana cuando cierre la tienda se pasa usted por aquí.-Golpeó con la palma sobre la curva de la rueda.- Y traiga a su perro para que nos dé conversación.

Fred no pudo evitar soltar una carcajada.

11/3/09

capítulo veintitrés

A veces la imaginación es preferible a la realidad. Cuando no podemos enfrentarnos a ella, recurrimos a artificios para hacerla más asequible a nosotros. Caracterizamos algo desconocido con los mejores atributos, volviéndolo cercano, asumible e incluso atractivo. Como un personaje de cuento que nos narrara una fascinante historia.


-¿Gonzalo Huertas?-Salva releía una y otra vez las notas del registro.- No me suena de nada.


-¿Seguro?-Marta sorbía lentamente el café mientras sujetaba la taza por el borde para no quemarse.- ¿No es el que te dio el pagaré?


-No, ese se llamaba Pablo No-se-qué- Se frotó la frente.- ¡Qué calor! Estoy sudando como un pollo.


-Abanícate con esto.-Le tendió La Monda .


-Esto no me va a quitar el calor.


-¡Claro que sí! El periódico es de hoy.


-¿Y qué?


-Que son noticias frescas.- Marta le tocó la frente.- Lo que te pasa es que te está bajando la fiebre. ¿Te duele la cabeza?


-Me duele todo. ¿Quedan aspirinas?


-No sé, voy a ver.-Salió de la habitación.


-¡A lo mejor el tal Gonzalo es el del cochazo!-Los gritos de Salva llegaban hasta el baño.


-¡Es posible!- Marta cogió un pequeño paquete del botiquín. Lo abrió y apretó la delgada lámina de aluminio que había dentro. Una pequeña pastilla cayó en la palma de su mano. Volvió a la habitación y se acercó a la cama.- Toma, drógate a gusto.


Salva cogió la pastilla y se la metió de golpe en la boca. Miró a su alrededor y, sin pensarlo, le quitó la taza a Marta de las manos.- ¡AGHHHHHH! ¡QUÉMA, QUÉMA!


-De todos los cafés del mundo, tuviste que elegir el mío. Espera voy a por agua.


Marta volvió con un vaso de leche y algo debajo del brazo.


-¿Leche?- Salva tenía la boca abierta y se abanicaba con el periódico.


-Es lo mejor para al ardor. Anda sé bueno y tómatela.- Dejó lo que llevaba bajo el brazo sobre la mesilla de noche. –Si eres un niño bueno, te dejaré leer un poco antes de acostarte.





10/3/09

capítulo veintidós

(Hay que introducir la dirección de este blog cuando se entre en el último enlace, donde pone http:/; luego hay que darle a "Go" y esperar)
Cuando queremos llevar a cabo un riguroso análisis de nuestro entorno, comenzamos por clasificar y catalogar los datos que tenemos, siguiendo un buen criterio, el nuestro. Los agrupamos siguiendo una línea formada, más por instinto, que por una lógica clara. Cuando acabamos, el trabajo está hecho, y sólo nos queda admirarlo bajo la luz más potente, la de los ojos de los demás.



-¡Vaya! ¡Pesa más de lo que creía!- Angelita intentaba llegar a las plantas a través de la ventana del mirador. Al levantar el brazo, había inclinado demasiado la regadera, dejando caer un generoso chorro a la calle.


-Deja que te ayude.-Marta le cogió suavemente de la mano mientras se asomaba ligeramente al ventanal.- No ha pasado nada, ha caído en la acera al lado del chucho ese. Se ha metido disparado en la tienda.


-¡Pobrecito! ¡Menudo susto se tiene que haber dado!


-No creo que se haya asustado, más bien ha salido pitando antes de que se crean que el charco es suyo.- Señaló a la mesa camilla - Anda, mientras yo termino de regar, tú puedes entretenerte con La Monda . Está en mi portafolio.


-¿Qué es esto?-Angelita sujetaba en alto una hoja de papel llena de líneas de colores.


-Una obra de arte abstracto ¿no te gusta?


-Uhm… ¿Quién es Gonzalo Huertas?


-Cómo su mismo apellido indica, alguien que se dedica a cultivar tomates.- Marta dejó la regadera en el suelo y se sentó.-Será mejor que te lo cuente antes de que me acoses a preguntas.- Cogió el papel que le tendía Angelita.- Llevo toda la mañana revisando los papeles que Salva consiguió en el registro. El tal Gonzalo Huertas tiene una relación distinta con cada una de las empresas que firmaron el pagaré.


-Debe de ser un gran empresario.


-Eso no está claro. Verás, en una empresa aparece como antiguo gerente, en otra era un socio minoritario y vendió las acciones y en otra aparece como administrador, pero la empresa no ha presentado las cuentas anuales de los últimos dos años…es como si hubiera cesado en la explotación.


-¿Y todo eso estaba en los papeles?


-Eso y algunas cosas más. Los datos que me han parecido importantes en cada empresa los he ido poniendo en colores distintos.


-¡Menudo trabajo!, Salva va a estar muy orgulloso de ti. Eres como una hormiguita .


-Espera que termine y verás lo que esta hormiguita es capaz de hacer - Marta señaló la regadera- si me lo propongo, ni siquiera una inundación salvaría tu plantación.

9/3/09

capítulo veintiuno

A veces no conseguimos expresar bien nuestras ideas. Aunque creemos organizarnos bien, no siempre sabemos identificar lo que es más importante y lo que carece de interés. En nuestro esquema mental todo aparece perfectamente nítido, pero cuando lo intentamos trasladar a la vida real, tropezamos con la dificultad de encontrar las palabras adecuadas a nuestros pensamientos, a nuestra propia esencia.




“Si, también puede ser útil”-Marta llevaba toda la mañana revisando los papeles del registro. De vez en cuando, hacía anotaciones en una hoja aparte subrayándolas con rotuladores fosforescentes. Se agarró el brazo mientras hacia girar la muñeca. “Esto debería ir coloreándose sólo, al ritmo de la música de Elvis.



-¡RINGGGG! ¡RINGGGG!-El telefono de la otra habitación sonaba insistentemente.



-¡Ya voy!-Marta guardó su boceto de arco iris dentro de su portafolio, junto a La Monda . Descolgó.- ¿Diga?



-Buenos días. Por favor ¿está D. Salvador?- La voz de un hombre joven, casi un muchacho, le llegaba a través del teléfono.



-Pues no, ahora mismo no está. ¿Quién le llama?



-Le llamo del Banco. ¿Trabaja usted para él?



-Eso intento hacerle creer.



-Verá, es que su cuenta lleva más de una semana en descubierto y queríamos saber si ocurre algo o si tiene problemas para poder cubrirla.



-No se preocupe, para estos casos tenemos una tapadera.



-¿Cómo?

-Que lo vamos a solucionar en breve-Marta miró a la máquina de escribir eléctrica que acumulaba polvo en el rincón.- Estamos pendientes de cobrar unas facturas, precisamente hoy hemos mandando una comunicación a varios clientes para que procedan al pago.



-Muy bien. Ya nos avisará.-Colgó.



Marta miró un segundo al aparato que se acaba de quedar mudo. Después lo dejó en la base y lentamente se acercó al rincón .Introdujo un folio con membrete en el rodillo de la máquina y empezó a teclear.



teclear

8/3/09

capítulo veinte

Si soltamos una pelota justo sobre la arista del tejado de una casa varias veces; las pequeñas imperfecciones del mismo pueden hacer que la pelota caiga por uno de los lados del tejado o por el otro, conduciendo a recorridos completamente diferentes. De la misma manera, cuando intentamos seguir el hilo de los acontecimientos, según como los vayamos ordenando podremos llegar a conclusiones totalmente equivocadas o, incluso, cercanas a la realidad.



-¿Cómo sigues?-Marta estaba sentada en la cama con el termómetro en la mano.-Uhm…Treinta y siete grados…ya casi no tienes fiebre. Creo que sólo has cogido un poco de frío.


-¿Un poooóo…achísss..coughh…coughhh…ippppp!..Salva estornudaba mientras se encogía repetidas veces, moviendo sin control las piernas.


-¿Sabes hacer algo con las orejas?-Le pasó un pañuelo de papel.-Anda, suénate.


-¡MOOOC!, gracias.


-Es una pena que te hayas puesto malo justo ahora que empezamos a tener alguna pista.


-Lo hago aposta para mantener la emoción. Aunque no creo que hayamos avanzado..¡Achuaá!...mucho.


-¡Claro que sí! Ahora sabemos que existe un tío que parece tener dinero para pagarse un coche caro y por lo tanto pagarte a ti. Sólo hay que ver cómo lo podemos conseguir.-Se levantó.


-¿A dónde vas?


-A comprarle La Monda a Angelita, y ya de paso me acercaré a la oficina. Quiero ver si consigo exprimir esos papeles del registro para ver si les saco algo jugoso. Creo que tenemos bastantes cosas con las que empezar. Sólo hay que jugar con ellas hasta que encajen.


-Bueno…¡MOOOOC! Peeerochíssss…coughh…coughh…-Se tapó la cabeza con la almohada.-conduce con cuidado. ¡Cualquier día te vas a romper la cabeza!





6/3/09

capítulo diecinueve

Cuando tomamos una decisión no siempre lo hacemos guiados por nuestros sentimientos. Aunque no nos produzca placer, perseveramos en ella, quizás porque nuestro intelecto ha concluido que ese es el mejor camino a seguir. Fieles a nuestra intención, somos como rocas, inamovibles al desaliento, de nuestra tozudez enfermos.


-¿Seguro que sabes por donde vas?-Salva se agarraba como podía al asiento mientras el coche se deslizaba por la carretera. Llovía a cantaros desde que había empezado a anochecer.


-No tengo ni idea, sólo sigo las luces traseras del cochazo ese.-Marta le dio a la palanca del limpiaparabrisas para que fuera más rápido.


-Baja la velocidad ¿quieres?-Dos grandes columnas de agua aparecieron por los laterales del coche.- ¿De dónde sale toda esta agua?


-Es el prelavado, después viene la cera, la limpieza de llantas y el secado. No abran las ventanillas mientras dura el proceso, gracias.


-Pues en La Monda hoy no avisaban de que fuera a haber tormenta. ¡Cuidado!.-Las luces rojas del sedán se encendieron anunciado que iba a frenar.


-¡Ups!-Marta dio un volantazo y se salió de la carretera. El sedán se paró frente a un chalet- ¿Estas bien?


-No, creo que voy a vomitar.


-¡Clic!- Una pequeña luz amarilla empezó a parpadear al mismo tiempo que una puerta de garaje se elevaba para dejar pasar al coche. Tras unos minutos, la puerta se cerró, cesando también la luz.


-¡Ya sabemos donde vive!... ¿Y ahora que?..¿Oye?... ¡Salva!




Salva yacía inconsciente en el asiento de al lado. Marta le tocó la frente. Ardía.






-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-




-¿No tienes más mantas?-Habían llegado a casa y Marta había colocado a Salva en el sofá. Le había tapado con un edredón hasta que poco a poco fue entrando en calor y abrió los ojos. Ahora tiritaba, casi en posición fetal.


-Como sigas encogiéndote así llamarás la atención del gato.


-No puedo evitarlo. He empezado a hacerlo y ahora no puedo parar.


-Está bien. Te diré lo que haremos. Te pondré el termómetro y si tienes fiebre, llamaré al médico. ¿De acuerdo?

5/3/09

capítulo dieciocho

(Recomiendo pinchar en todas las pestañas del segundo enlace, merece la pena)
La mente es una herramienta maravillosa. Es capaz de realizar complicados cálculos, encontrar soluciones a intrincados problemas. Encaja una a una las piezas hasta completar el puzzle. Aún si nos falta alguna, es capaz de encontrar la solución reinventando los elementos de los que no dispone. Al final nos presenta un resultado muy elaborado, verosímil y creíble. Hasta que, de repente, chocamos con la realidad.


-Sube.- Marta abrió la portezuela del coche para que Salva saltara dentro. -¿me he perdido algo?

-No. El de la camisa ha salido un par de veces para echarle un vistazo al camión y se ha vuelto a meter.- encogió las piernas sobre el asiento y se abrazó las rodillas.-Estoy helado. Hace una eternidad que te fuiste a casa de Angelita, ¿qué has estado haciendo todo este rato?

-Dándole vueltas a la manzana.-Señaló al suelo del coche- Te he dejado un bocadillo envuelto en La Monda debajo del asiento.

-¡Eso está bien!-Salva se agachó.

-Vamos a ver que cosas nos cuenta el camión. – Marta cogió los prismáticos.- Ahí pone “TOMA&TES”, seguro que se dedican a la crítica teatral.

-Ahif detráf egtán loz papfeles del begisdro-Salva masticaba con verdaderas ganas.

-¿En el asiento de atrás?-Cogió los papeles-Veamos, según esto, el objeto social de la empresa es la fabricación, distribución y comercialización de productos derivados del tomate. ¡Nunca lo hubiera adivinado!

-¡Ñeeec!- La puertecilla de la Nave volvió a abrirse.

-¡Ya salen!-Esta vez fue Salva quien cogió los prismáticos.

El hombre de la camisa apareció en el campo de visión seguido de un hombre de unos cuarenta y pico años, que usaba gafas sin montura y vestía un traje impecable, seguramente de marca.

-Ese tiene que ser el jefe, ¡Ay!-Marta le estaba clavando las uñas en el hombro mientras le aplastaba la mejilla con la nariz.

-¡Déjame ver!

Los dos hombres se acercaron a la puerta trasera del camión. El de la camisa la abrió totalmente y le dió a un botón. Se desplegó una plataforma que fue bajando lentamente hasta formar una rampa.

-Van a descargar.-Marta se había vuelto a hacer con los prismáticos.- El de la camisa se ha metido dentro del camión.

El hombre del traje de marca se apartó a un lado. -¡BRMMMM!- El sonido de un motor resonaba en el interior del trailer.

-Los tomates no suenan así- Salva se había terminado el bocadillo y se sacudía las migajas del jersey.

Un coche tipo sedán se deslizó suavemente por la rampa. Al llegar al suelo, el del traje de marca se acercó a él. La puerta se abrió dejando salir al de la camisa. Los dos hombres intercambiaron unas palabras a modo de despedida. El del traje se subió al coche y el de la camisa se dirigió al camión.

-¡Se van!-Marta arrancó el motor.- ¿a quién seguimos?

-Alguien con ese coche tiene que ser a la fuerza un ricachón.

-Pues vamos por él. ¡Tenemos que atraparlo!-Marta se volvió a Salva-¿aún tenemos en vigor el seguro a todo riesgo?

-Por lo menos hasta final de mes.

-Perfecto. ¡TOOOOWANDA!


4/3/09

capítulo diecisiete

Conseguir lo que queremos implica ciertos riesgos. Mientras lo buscamos, nuestros sentidos se mantienen alerta, pendientes de cualquier ruido, cualquier señal, que nos anuncie que ya estamos cerca. Nuestro corazón palpita aceleradamente y los músculos se estiran al máximo. Permanecemos así, inmóviles y tensos, como petrificados. Como estatuas humanas talladas en hielo.



-“Me estoy helando”-Salva permanecía sentado en el suelo, detrás de unos contenedores. De vez en cuando, miraba por el espacio estrecho que quedaba entre ellos.


Se acercó el puño a la boca y sopló -¡Buff, Buff!-El vaho escapó entre sus dedos formando una pequeña nube.


-“Vamos, Salva, ¡céntrate! Estás aquí para encontrar pistas ¿verdad?”. Se puso de pie.-“Si, pero la verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos”. Golpeó el suelo con los zapatos para desentumecer los dedos.


Miró al cielo. Estaba nublado. ¿Cuánto tiempo llevaba ese hombre dentro? Estaba todo tan oscuro que casi no veía el reloj


-¡Ñeeec! –La pequeña puerta lateral avisaba de que alguien se disponía a salir.


Salva cogió el móvil.


-¿Ya?-Marta había descolgado con el primer pitido.


-¿Cómo que ya? ¡Llevo siglos aquí!. Ven, están a punto de salir.


-Voy corriendo. Tú atento a todo lo que hagan, por si me lo pierdo.


-Como tardes mucho el que está perdido soy yo. ¡Voy a morir congelado!


-¡Que bueno! Así saldrás en La Monda como en las quinielas.


-¿En las quinielas?


-Si, con una cruz junto al nombre.



3/3/09

capítulo dieciséis

(nota; el último enlace se abre bien con todos los navegadores, excepto con firefox que puede dar error si no se hace en una pestaña nueva)
Nuestra forma de comportarnos puede ser consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria. Normalmente, se debe a una serie de patrones que hemos ido fijando a lo largo de nuestra vida. Reflejan lo que somos, o al menos, lo que queremos ser. Por eso al hacer algo, más que el qué, lo que nos interesa es el cómo.


-¿Y eso es todo lo que tenéis?- Angelita había permanecido en silencio mientras Marta le relataba los acontecimientos de los últimos días.- ¿no viste nada más?


-Yo he visto cosas que no creerías.


-¡Ding-Dong!-El timbre de la puerta sonó.


-¡Ese tiene que ser Fred!-Anda, Marta, ve a abrir.


Marta corrió hacia la puerta, de repente se paró y poniéndose en equilibrio sobre un pie, dio varias vueltas con la cabeza hacia atrás. Después dió un saltito hacia un lado y varios pasos laterales, cruzando los pies al hacerlo. Tras el baile, se recompuso el pelo y abrió.


-Buenas…me han dicho que necesitaba que le subiera unas manzanas.-“Fred” llevaba una pesada bolsa en una mano y se peinaba el escaso flequillo con la otra. Parecía un poco nervioso.


-Yo no, son para Angelita. Pase usted.


“Fred” siguió a Marta por el recibidor hasta el salón. Angelita se tapaba la cara fingiendo leer La Monda .


-¡Mira quien ha venido!


Angelita miró a Fred-¡Oh, qué amable por su parte el subirme la compra! Como vé –deslizó hacia atrás la silla de ruedas- me es imposible bajar a la calle.


-Ya- “Fred” estaba deseando irse- ¿Dónde dejo esto?


-Ahí mismo en el suelo. Marta las guardará.


-¿No quiere verlas primero?


-¡No necesito hacerlo! Seguro que son estupendas. Espere que voy a por el monedero.-Angelita movió la silla, con sorprendente destreza, por la habitación hasta desaparecer por la puerta.


-¿Le preocupa algo?-Marta se había fijado en el hombre, que seguía perplejo los movimientos de Angelita.


-No, mire usted…es sólo que… ¿para qué quiere una señora mayor tantas manzanas?


-Para hacer mermelada, por supuesto.-Angelita había vuelto y llevaba un monedero sobre las rodillas.-Déjeme que se lo explique. Mi pensión es muy pequeña y con esta crisis…sinceramente, no me llega. Se me ha ocurrido que puedo hacer botes de mermelada casera y vendérselas a las amigas. Algo me sacaré ¿no?


“Fred” miró la mano escayolada- Pues va usté a necesitar a alguien que se las pele.


-Eso ya está previsto.-Angelita señaló el mueble del comedor-Marta, saca el mondador, vamos a hacerle a este señor una demostración. Ya verá como, para pelar una manzana, no se necesita más que una mano.

2/3/09

capítulo quince

Aunque humanizados, somos seres instintivos. Cazadores de sueños al acecho de su presa. En silencio planeamos nuestro ataque, paso a paso, sin descuidos. Cuando encontramos la pieza que parece satisfacer nuestra ansia, aguardamos el momento preciso para abalanzarnos sobre ella y hacerla nuestra. Mientras tanto, sólo una cosa: La eterna espera.

-Empieza por “A”- Salva apoyaba el codo en el volante y se sujetaba con dos dedos el entrecejo para evitar quedarse dormido.


-¿Almacén?-Marta había echado el asiento hacia atrás.


-No vale, te estás durmiendo.


-¡Que va! Es que es tan fácil que puedo adivinarlo con los ojos cerrados.


¡BRRRRMMMMM!


-¿Qué ha sido eso?– Marta se incorporó de golpe y sacó la cabeza por la ventanilla.-Parece el sonido de una puerta automática.


A lo lejos, una pared de metal empezó a deslizarse hacia el interior de un muro, dejando ver, tras ella, lo que parecía la cabina de un camión.


-¡Mira! ¡Mira!- zarandeó a Salva.


-¿Ehhh? ¿Ya es lunes?-Se frotó los ojos.


-Fíjate, alguien viene.


El camión avanzó unos metros hasta situarse en la puerta del almacén. Se apagó el motor y la puerta de la cabina se abrió. Ambos contuvieron la respiración.
Aparecieron unos pies por debajo de la puerta.


-¡Ya están a…quiiiií! -susurró Marta.


Un hombre de pelo gris, con una camisa dos tallas menor, sujetaba la ventanilla con una mano mientras se llevaba dos dedos a la boca.- ¡PIIIIIIIIF!


-¿Está llamando al perro? –Salva se había despertado del todo y, al contrario que minutos antes, observaba la escena sin atreverse a parpadear.


Una pequeña puerta se abrió en el lateral de la nave. El de la camisa cerró la puerta del camión y se acercó hacia allí. Mantuvo una breve conversación con alguien que se escondía al otro lado y, tras mirar alrededor, se metió dentro cerrando la puerta tras de sí.


¡Porras!-Se quejó Marta.- Desde aquí no he podido leerle los labios.


-Pues nada, a esperar otra vez.

-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-

-A lo mejor se ha muerto-habían pasado dos horas y Salva empezaba a tener tortícolis.


-O a lo mejor después de meterse en la nave, ha vuelto a su planeta.


-De todas formas, aunque salga, no vamos a ver mucho desde aquí.-Salva bostezó- No veo ni las letras del camión.


-Eso tiene solución.-Marta se bajó del coche y lo rodeó hasta ponerse en el lado del conductor- Baja.


-¿Qué se te ha ocurrido ahora?


-Voy a ir a casa de Angelita a cambiarle La Monda por sus prismáticos.


-¿Y mientras tanto yo me quedo aquí?-Salva se levantó dejando libre su asiento.-Me voy a aburrir como un mono.


-No, mono, no. Estéreo.-Marta sacó algo del bolsillo y se lo lanzó. Salva lo cogió al vuelo.-Te dejo el IPOD. Si salen, llámame al móvil. Mientras tanto, puedes entretenerte escuchando música en vez de tus ronquidos.







1/3/09

capítulo catorce

Nos aferramos a las cosas materiales porque nos dan confianza. Podemos tocarlas, usarlas e imaginar un mundo de posibilidades con ellas. Un mundo que creamos nosotros. Cosas tangibles que guardamos para poderlas utilizar en cualquier momento. Pero cuando el mundo que hemos diseñado se desvanece y no podemos usar nuestros preciados tesoros, en medio de lo desconocido, también nos aferramos a algo: la esperanza.



-Esto está malísimo-Salva sorbía en pequeños tragos la taza de tila que tenía delante.-Tú lo que quieres es envenenarme.
-Si, y después te meteré en un arcón hasta que termine de excavar el Canal de Panamá.-Marta le tiró una bola hecha con una servilleta de papel.- ¡Anda! Anímate un poco, hombre.


-Pues no sé cómo. Más de dos mil euros tirados a la basura, y sin posibilidad de cobrarlos.


-Déjame pensar. El anuncio que vimos en Internet no era muy reciente. A lo mejor se han mudado pero no han cambiado la dirección del anuncio.-La mente de Marta discurría con rapidez mientras jugueteaba con el sobre de azúcar-Y esas naves….no sé…


-¿Qué les pasa?


-Que estaban cerradas pero no parecían abandonadas. ¡Ya sé! ¡Vamos a acampar allí hasta que aparezca alguien!- Golpeó la mesa y el azúcar salió despedido hacia el ojo de Salva.


-¡AGGGG!


-No te quejes. Siempre has deseado tener una mirada dulce ¿no?-Marta pidió la cuenta.-Vamos y coge La Monda, puede que tengamos que esperar un buen rato.-Salva no se levantó-¿Qué pasa? ¿No te parece buena idea?


-No sé- hablaba mientras sujetaba una servilleta sobre su ojo izquierdo - Es como si fuéramos un conejo que se aferra a su última zanahoria.