23/10/09

Capítulo tres

(recomiendo pasar todos los niveles del enlace, algunos son muy curiosos)
Cuando nos miramos en un espejo no vemos sino una imagen distorsionada de nosotros. Por un lado, el reflejo no nos devuelve esa imagen idílica que todos tenemos de nuestra figura, por otra, nuestros defectos aparecen agrandados hasta la exageración. Efectivamente, esto es porque, cuando nos ponemos ante un espejo se produce una inversión. Aunque no debemos equivocamos, la imagen correcta es la que nos saluda desde el otro lado, burlándose de nuestra irreal existencia.

-Y este es el gimnasio. –El hombre de los dientes de porcelana se hizo a un lado. Un grupo de personas estaban de pie formando filas perfectas. No se movían. De repente, la mujer del gorro de baño blanco, vestida ahora con una especie de uniforme, también blanco, entró por una puerta del fondo. Se dirigió a un panel y se colocó unos pequeños auriculares con micrófono. Empezó a dar órdenes, y todos los presentes, empezaron a realizar movimientos perfectamente coordinados entre sí. Parecían estar programados sólo para eso.

-Teniendo en cuenta lo alta que está la música y lo grande que es esto, es asombroso que desde aquí se le oiga.-Marta se fijó en los pequeños altavoces del techo.-El sonido… ¿Es envolvente?

-Todo es THX. –Sonrió- Ya le dije que queremos lo mejor para nuestros clientes.

-Podríamos esperar aquí a que cierren.- Salva no le quitaba ojo a la monitora.

-Si quieren pueden usar la cinta andadora- señaló a la derecha.- Es gratis con la primera visita.

-Me parece una gran idea- Marta empujó a Salva haciéndole tropezar con la máquina.- Necesitas relajar los músculos, sobre todo los del cuello. Te va a dar tortícolis de tanto mirar a esa.

-¿A quién?- Salva se hizo el sorprendido.- ¡ah! Pues no me había fijado. Estaba absorto con ese de ahí.- Marta giró la cabeza. Un pequeño hombre con bigotito intentaba mantener el equilibrio mientras sujetaba una enorme pelota entre las manos. De repente la lanzó hacia arriba, dio un par de saltos y la volvió a coger.- ¡No me dirás que no es un partidazo!

-Bueno, yo les dejo- El hombre se acercó a la salida.- Volveré a buscarles cuando vayamos a cerrar. Por favor, recuerden, nada de fotos.

-Tranquilo- Marta levantó una mano a modo de despedida. Volvió la vista a la cinta. Salva había vuelto a escabullirse. Lo buscó por el recinto. Estaba sentado en un descalzador. Había abierto La Monda y la sujetaba en alto. Marta vio dos pequeños agujeros en el periódico, a la altura de los ojos. Se acercó. -¿Se puede saber que haces?

-Nada, espiar lo más discretamente posible.- Levantó la nariz. –Cada uno tiene sus propios métodos.

-¡Ringgg! ¡Ringggg!-El móvil de Marta evitó que ésta replicara. Descolgó.- ¿Diga? ¡Ah, si! Don Enrique, si me acuerdo. No se preocupe, el catálogo le llegará en breve por correo… ¿cómo dice?...ya veo… Si, claro, mi compañero puede ir a echarle un vistazo, pero… ¿exactamente cuál es el problema?...entiendo… ¿y ha saltado sola?..Bien, si me da la dirección… ¡ajá!-Marta le guiñó un ojo a Salva que le miraba extrañado.- Eso está en el polígono, ¿no? ¿Qué es? ¿Una nave industrial? Claro, ¡que tonta! Si está en el polígono…de acuerdo, mañana se pasará por allí… ¿a las doce? De acuerdo.

-¿Era Enrique Huertas?

-Si, quiere que veas porque falla la alarma que hiciste saltar el…- De repente Marta se quedó muda, abrió los ojos exageradamente, estaba como petrificada; lo único que alcanzó a hacer fue levantar un brazo y señalar a un punto por detrás del hombro de Salva. Lanzó un grito agudo.- ¡ahhhhhhhh!

.Salva se asustó, se tapó los oídos. Todo el mundo se había vuelto hacia ellos al oír el grito de Marta. Le bajó el brazo de golpe. -¿qué haces estás loca? Ella volvió a señalar. Salva siguió su dedo. La cinta andadora estaba ahora ocupada por un hombre joven, de unos cuarenta años, con unas gafas sin montura.


-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-


-¿Qué, estás mejor ahora que te ha dado el aire?-Marta y Salva habían salido a la calle. Imposible pasar desapercibidos después del numerito que Marta había montado.

-¡Gemelos! ¡Enrique y Gonzalo Huertas son gemelos!

-¿Estás segura?

-No hay otra explicación. El de la cinta y Enrique Huertas son como dos gotas de agua.

-¿Y no será que ese es Enrique que te ha llamado desde el gimnasio? A lo mejor no te ha visto. Puede haberte llamado y luego haberse guardado el móvil antes de subirse a la cinta.

-No, llevaba un pantalón largo sin bolsillos. Además Enrique Huertas me ha llamado desde la calle, se le oía fatal.

-Bueno, quizás no es Gonzalo, sólo alguien que se le parece mucho.

-Créeme. Tienen que ser gemelos, son idénticos. Si tú hubieras estado tan cerca de él como yo, te darías cuenta de que casi no hay diferencias. Ahora dudo de si fue él o su hermano el que fue la otra noche a la nave.

-Pues te vas a quedar con las ganas. A menos que se lo preguntes.

-No.- sonrió Marta.- a menos que se lo preguntes tú.

10/10/09

Capítulo dos

(Dedicado a MªAngeles, cuya vida esta llena de sonoridad)
El discurrir de la vida nos va haciendo regalos inesperados: experiencia, sabiduría, recuerdos… Día a día, año tras año, vamos acumulando conocimientos que no poseíamos antes. Al nacer somos como una estantería vacía donde se van colocando, tomo tras tomo, nuevas ideas, nuevos proyectos. Creemos que todo esto es gratuito, que nos llega sin esfuerzo, pero no es así. Conseguir todas estas cosas nos cuesta lo que más apreciamos, nuestra juventud.

-Y esta es la sala de masajes.- El hombre de blanco sujetaba una puerta abierta. Marta y Salva se asomaron. Era una sala pequeña, pintada de color melocotón. Un par de toallas tirando a canela estaban dobladas sobre una camilla blanca acolchada. En una repisa baja había un montón de tarros de barro. No había ningún cuadro. La única iluminación provenía de una especie de cubo transparente que estaba a ras de suelo.- Nuestros masajistas son todos titulados. Tenemos una variada oferta, tratamientos descontracturantes, exfoliación, tratamientos del rostro, de pies, de piernas...- Señaló los tarros.- Nuestras cremas son todas naturales, a base de aceites. Son verdaderamente efectivas. Basta una pequeña aplicación y la piel se rejuvenece casi instantáneamente.

-Ya-Salva cogió un tarro.- y si dejas de ponértela, la piel se te cae a cachos.

-Bueno- El hombre cogió el tarro que Salva sujetaba y, al hacerlo, le sujetó la mano extendida, con la palma hacia arriba. La miró de cerca.- todo depende de la situación en que partamos. En su caso, no espere milagros.

-Lo siento pero aunque me lo pida, no pienso darle mi mano.- pegó un tirón fuerte y logró liberarse.

-¿Por qué no volvemos a la piscina?- Marta se colocó detrás de Salva, y le empujó la espalda con fuerza, a la altura de los hombros.

Una suave melodía llegó hasta sus oídos. El hombre de blanco sonrió.- Aquí usamos todas las técnicas de relajación conocidas. Incluida la musicoterapia. Queremos lo mejor para nuestros clientes.- Movió un brazo como si bailara un capote invisible. Marta y Salva avanzaron. Pronto la música se hizo más fuerte.

La piscina era enorme. El arquitecto había diseñado un espacio abierto, donde se alternaban cascadas y pequeñas lagunas. Cada una de ellas tenía una forma distinta, lemniscata, cardioide, rosa de tres pétalos… Marta estaba boquiabierta. Todo el complejo era un tratado perfecto de geometría. El agua de cada laguna tenía un color distinto.- ¿Cómo consiguen ese efecto?- preguntó.

-Introducimos unas cápsulas en el fondo de la piscina. A los mayores les encanta.- Señaló a la más alejada. Un grupo de la tercera edad abarrotaba el pequeño círculo de agua. Sonreían de oreja a oreja.- Sólo un pequeño chapuzón y se llenan de energía.

-¿No te parece maravill…?.- Marta miró a Salva. Estaba tumbado en una hamaca, con
La Monda tapándole la cara. -¿Quieres dejar de hacer el tonto?

-Si claro.- La voz de Salva sonaba apagada a través del periódico.- Cuando termine el tercer tiempo.- Levantó un brazo y empezó a dibujar ondas invisibles con el dedo.





1/10/09

SEGUNDA PARTE: Capítulo uno

(Dedicado a Nuria, que siempre que busca, encuentra)



El ser humano tiende a la exclusividad. Pensamos que nada puede compararse a nosotros. Destacamos por nuestra inteligencia, por la capacidad de hablar, de pensar… ¿qué ocurriría si un día descubriéramos que todas esas diferencias en realidad no existen, qué somos clones, eso sí imperfectos, de un modelo superior que aglutina todas nuestras facultades? Un ser ideal al que queremos parecernos y al que nunca podremos emular. Seguramente, para evitar la frustración, echaríamos mano de nuestra habilidad favorita: La capacidad de manipular…las cosas.

-Aparca en cuanto veas un sitio- Salva se quitó el cinturón de seguridad para sacudirse las migas de pan de la camisa.- El Spa está en esa esquina.

-Ya veo.- Marta frenó, puso el intermitente y giró el volante ligeramente a la derecha. Su mano agarró con fuerza la palanca de cambios y la desplazó hacia un lado y luego hacia abajo. ¡GÑIAAAAAÁ!.

-¿Qué ha sido eso?

-El grito agonizante de la marcha atrás. Este ya no pasa la ITV.-Soltó el freno y el coche se desplazó lentamente hacia atrás hasta que la rueda trasera chocó con el bordillo. Después dio un giro en dirección contraria y, con un par de movimientos más, el auto quedó perfectamente aparcado. Marta miró a Salva -¿Qué? ¿Un bañito?

-¿Recién comido? ¿Y qué me de un corte de digestión?

-¿No será que no quieres enseñar esa tripa cervecera?- Marta sacó la llave del contacto.

-¿Qué tripa cervecera?

-Esa que intentas disimular aguantando la respiración.-Apretó el botón de la guantera y ésta se abrió de golpe sobre las rodillas de Salva que se echó hacia atrás de un respingo mientras dejaba escapar el aire que aguantaba en los carrillos. -¿Ves?- Marta le apretó con un dedo el ombligo. – ¡Mira que mona! Ha salido a saludar.

-Bueno, dejemos de hablar de mí y vamos para adentro.- Salva salió del coche.

-Ve tu delante.-rebuscó en la guantera- enseguida te alcanzo.



o-o-o-o-o-o-o-o





La entrada era amplia y luminosa. Un suelo de mármol de Macael conducía hacia un desnivel. En ambos lados del escalón habían colocado unos grandes jarrones sobre los que caía una pequeña columna de agua que salía del techo. Pese a estar llenos, el agua no llegaba nunca a desbordarse. Tras el desnivel, un mueble bajo, a la derecha, de pared a pared, servía de soporte para un amplio muestrario de revistas y periódicos. A la izquierda, unas grandes tumbonas de piel invitaban al descanso. Salva cogió La Monda y se echó en una.

-¿Qué haces?-Marta le pellizcó el muslo.

-¡Ay!-se acarició la pierna- Pensaba echarme la siesta.


Marta le tiró de la manga.-De eso nada, héroe. Vamos.

Tras las tumbonas, una amplia recepción separaba la zona de relax de la de baño. Marta, arrastrando a Salva se acercó a ella. Detrás de un ordenador se sentaba un hombre joven, de unos treinta años, con el pelo recién cortado. Una camiseta blanca de algodón permitía adivinar una gran masa muscular. El hombre sonrió mostrando unos dientes perfectos.- ¿Puedo ayudarles?-Les tendió un folleto.-Quizás esto les sirva de ayuda, es un resumen de nuestros servicios.

-¿Cien euros la hora?-Salva sacudió la cabeza- ¿Por un chapuzón?

-Incluye las toallas.-El recepcionista le arrancó el folleto de las manos.- Si no se ajusta a su presupuesto lo único que puedo ofrecerles es una ducha fría.-Le miró de arriba abajo. Le vendría bien.

-¿Qué insinúa?- Salva empezó a levantar el brazo. Marta lo sujetó.

-¡Si no hay más que verte! Te estás durmiendo de pie.-Marta se volvió al recepcionista.- Verá, no queremos hacer uso de las instalaciones- sacó una pequeña cámara digital de su bolsillo. -Sólo queremos hacer unas fotos- Sonrió- Somos periodistas.

-¿Periodistas? El hombre cambió el gesto, al contrario de lo que Marta esperaba, no sonrió, sino que se puso serio. Parecía molesto.

-¿Ocurre algo?

-Nosotros defendemos la intimidad de nuestros clientes. No le autorizo a hacer fotos.

-¡Oh, no tiene por qué preocuparse!- se acercó a la oreja del recepcionista- Verá…la hija de alguien muy importante va a celebrar su boda. No puedo dar nombres, pero tiene mucho dinero. Nos lo ha chivado su “ex”. Parece ser que uno de los regalos es un bono anual de este Spa. Nosotros sólo queremos sacar fotos de la piscina, sin enfocar a nadie ¿comprende? Para ponerlo en el artículo. Puede servirles a ustedes de publicidad.

-No, sé… ¿sin sacar a nadie?

-Se lo garantizo- Marta se metió por detrás de la recepción y cogió por el brazo al sorprendido hombre.-Si quiere podemos esperar hasta la hora de cierre y así nos aseguramos de que no haya nadie bañándose. Mientras tanto… ¿por qué no nos enseña las instalaciones? Salva, ven… ¿Salva?- Se volvió. Salva estaba en la entrada de la piscina, junto a los vestidores. Miraba embobado a una mujer, con traje de baño y gorro blancos. Estaba haciendo largos, ajena a todo. Mantenía la cabeza erguida, era guapa y lo sabía, nadaba de una forma presuntuosa, exagerada, como si se creyera un ser superior, inaccesible a todos. Marta se acercó a Salva y le cerró la mandíbula con la mano- Goteas.

Salva no pestañeó. -¿No te parece la mujer con el mejor físico del
mundo?