-¿Hola?- Salva acababa de entrar por la puerta. Las luces estaban apagadas. Como llevaba varias bolsas en las manos, dobló un poco las rodillas para que el interruptor que había al lado de la puerta quedara a la altura de su nariz. Apretó la cara contra él y la luz se encendió.
-¿Uhm?- Marta parpadeó varias veces y levantó una mano para protegerse del resplandor de la bombilla. Estaba reclinada en el sillón de su mesa y tenía el pelo un poco enmarañado- ¿Ya has vuelto?
-¿Estabas frita? ¡Fíate tú de los colegas del trabajo!- Dejó las bolsas sobre el escritorio.
-No te rías de mí. Estoy muerta. ¿De dónde vienes?
-De hacer la compra. He traído comida- Empezó a sacar cosas, una barra de pan, unas latas, La Monda - Ha sido una mañana muy productiva.
-¿En serio? Pues cuéntame.
-Primero voy al baño. Ya no aguanto más.
-¿Tanto miedo te doy?
-No- La voz de Salva resonaba detrás de una puerta corredera- Demasiada agua para mí, eso es todo.
-Oye ¿No habrás bebido verdad?
-Un disparate- Apareció en el umbral- Después de dejar tu paquete comenzó a llover y , como no tenía paraguas, me refugié en el único bar que encontré abierto ¿A qué no sabes a quién me encontré pegado a la barra?
-¿A Joaquín Sabina?
-Casi. A un tipo de pelo cano con una camisa a punto de explotar.
-¡El camionero!- Marta se incorporó en el sillón.
-Pues si. Caí sobre él como un ave rapaz sobre su presa. Quería que me dijera dónde se escondía su jefe Pablo… ¡Y no veas lo que me ha costado! ¿Adivinas cómo lo he hecho? Piensa.
-No tengo ni idea. Pienso más a menudo en el cuándo, a veces en el dónde; siempre en el cuánto.
-No ha sido mucho, sólo me ha costado invitarle a tres o cuatro copas, por eso no nos vamos a arruinar. Pero merecía la pena. Parece ser que nuestro “moroso” es un jeta de cuidado. No trabaja demasiado, por lo menos el del camión no le ha visto nunca en ninguna oficina, sólo le hace encargos de vez en cuando. Pero el tipo vive de miedo. Se pasa la vida machacándose en los gimnasios y en hoteles de lujo. La última vez que le vio, tuvo que ir a recogerle a un Spa del centro. Me ha dado la dirección. ¿Vamos?
-¿Tú estás loco? ¿Sin comer?- Marta abrió un pequeño armario que escondía una mini-cocina con placa, fregadero y unos pocos armarios y cajones- Si quieres acción lee un buen libro. Yo voy a cocinar algo – Sobre la placa había un soporte móvil con un pequeño televisor. Marta lo hizo a un lado.
-Mejor pongo las noticias, llevo tres días sin saber qué pasa en el mundo- Salva se levantó y pulsó el botón de encendido del receptor.
|
-¡Oye!- Marta había levantado la vista y se había quedado con la mirada fija en la pantalla- ¿Te has fijado en las cajas donde estaba el alijo? ¡Había unas iguales en la nave, pero vacías! ¿No dijiste que el tal Pablo se pasaba la vida en gimnasios?
-¿No pensarás que…?
-Cambio de planes- Le lanzó una barra de pan que Salva cogió al vuelo- Hazte un bocata, y rapidito. Nos vamos de Spa.