“No insistas, sabes que no puedes irte sin intentarlo”.-Después de hablar con Angelita, Marta se había quedado un buen rato en el coche mirando hacia el chalet. Un par de veces estuvo a punto de darle al contacto y marcharse de allí. Pero en ambas ocasiones, aunque sujetaba la llave, no llegó a girarla lo suficiente como para arrancar. “Si te ha visto y te pilla, siempre puedes decir que te ha faltado decirle alguna cosa”. Abrió la puerta y salió. “Está decidido”.
“Tiene que estar vacía. Nadie aguanta tantas horas sin hacer ruido”- Salva se frotaba el cuello con la palma de la mano. Empezaba a tener tortícolis. Desde su escondite podía ver si alguien cruzaba la verja para entrar o salir de la nave, pero nadie lo había hecho. “Me arriesgaré”. Se levantó con cuidado apoyando la espalda sobre el muro y asomó la cabeza por la esquina. Avanzó por el costado de la nave, con la espalda siempre pegada. De repente, se paró. “Esto es ridículo”. Se separó de la pared y siguió caminando con normalidad. Bordeó todo la construcción hasta situarse delante de la pequeña puerta.
“Allá vamos otra vez”. Marta caminó con decisión hasta la placa que avisaba del número de la vivienda. Sacó el móvil y el pequeño recorte de La Monda del bolso y marcó.
“Veamos si está abierta”- Salva puso la mano en la manija de la puerta.- ¡Ringgg, ring, ring!- Apartó la mano como si la manija estuviera electrificada.- ¡Mierda!- Un tono de llamada del móvil con un volumen altísimo resonaba en el interior de la nave. Salva corrió de nuevo a su escondite y se sentó. Sudaba a mares. Volvió a asomar la cabeza. Nada.
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“No, si yo no me preocupo”- Marta había dejado sonar el móvil varias veces y aunque ella escuchaba el politono de llamada en espera, no escuchaba simultáneamente ningún timbrazo desde dentro del chalet. Suspiró. Colgó y volvió al coche. “Será mejor que vayas a por Salva. Es capaz de pillar una pulmonía para no tener que ir a trabajar mañana”. Miró el GPS. Estaba lleno de botones que no sabía para que funcionaban. Se miró las manos, aún llevaba el móvil . “Bueno, mejor será que busque la ruta más rápida por Internet”.
“Seguro que existe una Ley de Murphy para los instaladores de alarmas”.- Salva había vuelto a coger la pelota y la lanzaba enfadado contra la pared de enfrente. ¡MOC, MOOOOC!-El coche de Marta se quejaba desde el otro lado de la verja. “Mira la otra, ¡pura discreción!”. Recogió la pelota y se acercó andando hasta la ventanilla del conductor.
-¿Me esperabas?-Marta sonreía de oreja a oreja.
-Si
-¿Subes?
-Si.
-¿Te pasa algo?
-Si.
-¿Sólo sabes decir si?
-No.