(recomiendo pasar todos los niveles del enlace, algunos son muy curiosos)
Cuando nos miramos en un espejo no vemos sino una imagen distorsionada de nosotros. Por un lado, el reflejo no nos devuelve esa imagen idílica que todos tenemos de nuestra figura, por otra, nuestros defectos aparecen agrandados hasta la exageración. Efectivamente, esto es porque, cuando nos ponemos ante un espejo se produce una inversión. Aunque no debemos equivocamos, la imagen correcta es la que nos saluda desde el otro lado, burlándose de nuestra irreal existencia.
-Y este es el gimnasio. –El hombre de los dientes de porcelana se hizo a un lado. Un grupo de personas estaban de pie formando filas perfectas. No se movían. De repente, la mujer del gorro de baño blanco, vestida ahora con una especie de uniforme, también blanco, entró por una puerta del fondo. Se dirigió a un panel y se colocó unos pequeños auriculares con micrófono. Empezó a dar órdenes, y todos los presentes, empezaron a realizar movimientos perfectamente coordinados entre sí. Parecían estar programados sólo para eso.
-Teniendo en cuenta lo alta que está la música y lo grande que es esto, es asombroso que desde aquí se le oiga.-Marta se fijó en los pequeños altavoces del techo.-El sonido… ¿Es envolvente?
-Todo es THX. –Sonrió- Ya le dije que queremos lo mejor para nuestros clientes.
-Podríamos esperar aquí a que cierren.- Salva no le quitaba ojo a la monitora.
-Si quieren pueden usar la cinta andadora- señaló a la derecha.- Es gratis con la primera visita.
-Me parece una gran idea- Marta empujó a Salva haciéndole tropezar con la máquina.- Necesitas relajar los músculos, sobre todo los del cuello. Te va a dar tortícolis de tanto mirar a esa.
-¿A quién?- Salva se hizo el sorprendido.- ¡ah! Pues no me había fijado. Estaba absorto con ese de ahí.- Marta giró la cabeza. Un pequeño hombre con bigotito intentaba mantener el equilibrio mientras sujetaba una enorme pelota entre las manos. De repente la lanzó hacia arriba, dio un par de saltos y la volvió a coger.- ¡No me dirás que no es un partidazo!
-Bueno, yo les dejo- El hombre se acercó a la salida.- Volveré a buscarles cuando vayamos a cerrar. Por favor, recuerden, nada de fotos.
-Tranquilo- Marta levantó una mano a modo de despedida. Volvió la vista a la cinta. Salva había vuelto a escabullirse. Lo buscó por el recinto. Estaba sentado en un descalzador. Había abierto La Monda y la sujetaba en alto. Marta vio dos pequeños agujeros en el periódico, a la altura de los ojos. Se acercó. -¿Se puede saber que haces?
-Nada, espiar lo más discretamente posible.- Levantó la nariz. –Cada uno tiene sus propios métodos.
-¡Ringgg! ¡Ringggg!-El móvil de Marta evitó que ésta replicara. Descolgó.- ¿Diga? ¡Ah, si! Don Enrique, si me acuerdo. No se preocupe, el catálogo le llegará en breve por correo… ¿cómo dice?...ya veo… Si, claro, mi compañero puede ir a echarle un vistazo, pero… ¿exactamente cuál es el problema?...entiendo… ¿y ha saltado sola?..Bien, si me da la dirección… ¡ajá!-Marta le guiñó un ojo a Salva que le miraba extrañado.- Eso está en el polígono, ¿no? ¿Qué es? ¿Una nave industrial? Claro, ¡que tonta! Si está en el polígono…de acuerdo, mañana se pasará por allí… ¿a las doce? De acuerdo.
-¿Era Enrique Huertas?
-Si, quiere que veas porque falla la alarma que hiciste saltar el…- De repente Marta se quedó muda, abrió los ojos exageradamente, estaba como petrificada; lo único que alcanzó a hacer fue levantar un brazo y señalar a un punto por detrás del hombro de Salva. Lanzó un grito agudo.- ¡ahhhhhhhh!
.Salva se asustó, se tapó los oídos. Todo el mundo se había vuelto hacia ellos al oír el grito de Marta. Le bajó el brazo de golpe. -¿qué haces estás loca? Ella volvió a señalar. Salva siguió su dedo. La cinta andadora estaba ahora ocupada por un hombre joven, de unos cuarenta años, con unas gafas sin montura.
-Y este es el gimnasio. –El hombre de los dientes de porcelana se hizo a un lado. Un grupo de personas estaban de pie formando filas perfectas. No se movían. De repente, la mujer del gorro de baño blanco, vestida ahora con una especie de uniforme, también blanco, entró por una puerta del fondo. Se dirigió a un panel y se colocó unos pequeños auriculares con micrófono. Empezó a dar órdenes, y todos los presentes, empezaron a realizar movimientos perfectamente coordinados entre sí. Parecían estar programados sólo para eso.
-Teniendo en cuenta lo alta que está la música y lo grande que es esto, es asombroso que desde aquí se le oiga.-Marta se fijó en los pequeños altavoces del techo.-El sonido… ¿Es envolvente?
-Todo es THX. –Sonrió- Ya le dije que queremos lo mejor para nuestros clientes.
-Podríamos esperar aquí a que cierren.- Salva no le quitaba ojo a la monitora.
-Si quieren pueden usar la cinta andadora- señaló a la derecha.- Es gratis con la primera visita.
-Me parece una gran idea- Marta empujó a Salva haciéndole tropezar con la máquina.- Necesitas relajar los músculos, sobre todo los del cuello. Te va a dar tortícolis de tanto mirar a esa.
-¿A quién?- Salva se hizo el sorprendido.- ¡ah! Pues no me había fijado. Estaba absorto con ese de ahí.- Marta giró la cabeza. Un pequeño hombre con bigotito intentaba mantener el equilibrio mientras sujetaba una enorme pelota entre las manos. De repente la lanzó hacia arriba, dio un par de saltos y la volvió a coger.- ¡No me dirás que no es un partidazo!
-Bueno, yo les dejo- El hombre se acercó a la salida.- Volveré a buscarles cuando vayamos a cerrar. Por favor, recuerden, nada de fotos.
-Tranquilo- Marta levantó una mano a modo de despedida. Volvió la vista a la cinta. Salva había vuelto a escabullirse. Lo buscó por el recinto. Estaba sentado en un descalzador. Había abierto La Monda y la sujetaba en alto. Marta vio dos pequeños agujeros en el periódico, a la altura de los ojos. Se acercó. -¿Se puede saber que haces?
-Nada, espiar lo más discretamente posible.- Levantó la nariz. –Cada uno tiene sus propios métodos.
-¡Ringgg! ¡Ringggg!-El móvil de Marta evitó que ésta replicara. Descolgó.- ¿Diga? ¡Ah, si! Don Enrique, si me acuerdo. No se preocupe, el catálogo le llegará en breve por correo… ¿cómo dice?...ya veo… Si, claro, mi compañero puede ir a echarle un vistazo, pero… ¿exactamente cuál es el problema?...entiendo… ¿y ha saltado sola?..Bien, si me da la dirección… ¡ajá!-Marta le guiñó un ojo a Salva que le miraba extrañado.- Eso está en el polígono, ¿no? ¿Qué es? ¿Una nave industrial? Claro, ¡que tonta! Si está en el polígono…de acuerdo, mañana se pasará por allí… ¿a las doce? De acuerdo.
-¿Era Enrique Huertas?
-Si, quiere que veas porque falla la alarma que hiciste saltar el…- De repente Marta se quedó muda, abrió los ojos exageradamente, estaba como petrificada; lo único que alcanzó a hacer fue levantar un brazo y señalar a un punto por detrás del hombro de Salva. Lanzó un grito agudo.- ¡ahhhhhhhh!
.Salva se asustó, se tapó los oídos. Todo el mundo se había vuelto hacia ellos al oír el grito de Marta. Le bajó el brazo de golpe. -¿qué haces estás loca? Ella volvió a señalar. Salva siguió su dedo. La cinta andadora estaba ahora ocupada por un hombre joven, de unos cuarenta años, con unas gafas sin montura.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
-¿Qué, estás mejor ahora que te ha dado el aire?-Marta y Salva habían salido a la calle. Imposible pasar desapercibidos después del numerito que Marta había montado.
-¡Gemelos! ¡Enrique y Gonzalo Huertas son gemelos!
-¿Estás segura?
-No hay otra explicación. El de la cinta y Enrique Huertas son como dos gotas de agua.
-¿Y no será que ese es Enrique que te ha llamado desde el gimnasio? A lo mejor no te ha visto. Puede haberte llamado y luego haberse guardado el móvil antes de subirse a la cinta.
-No, llevaba un pantalón largo sin bolsillos. Además Enrique Huertas me ha llamado desde la calle, se le oía fatal.
-Bueno, quizás no es Gonzalo, sólo alguien que se le parece mucho.
-Créeme. Tienen que ser gemelos, son idénticos. Si tú hubieras estado tan cerca de él como yo, te darías cuenta de que casi no hay diferencias. Ahora dudo de si fue él o su hermano el que fue la otra noche a la nave.
-Pues te vas a quedar con las ganas. A menos que se lo preguntes.
-No.- sonrió Marta.- a menos que se lo preguntes tú.